Señor Capitán CBP don Juan Rojas Vallejos…, ahora lejos de este mundo…, permítame con estas pequeñas frases, decirle “Hasta luego” y darle las gracias por todo lo que de usted recibí.
No recuerdo en qué fecha ni en qué año, tampoco en qué lugar exacto, se cruzaron nuestros caminos, pero de lo que estoy seguro, es que fue en una de nuestras múltiples emergencias en que nos tocó servir.
Cuando la primera vez que me enteré de la forma en que se habían originado todas esas cicatrices que habían marcado tu cuerpo… cuando absorto contemplaba el color de tu piel, la deformación de tus orejas, de tus labios, de tu cara, las retracciones en los pliegues de tus dedos y en las palmas de tus manos, y además, era consciente de la indiferencia de todos nosotros, que mirábamos sin ver, que tocábamos sin sentir, que hablábamos sin transmitir consuelo y perdón por no haber hecho casi nada por ayudarte a cargar tu cruz, y de repente, ni siquiera, entendíamos toda la agonía del Gran Quemado, en su etapa aguda, en su lucha de supervivencia, en su proceso de rehabilitación, pero, sobre todo en esa “marca” que lo señala para toda su vida a los valientes que logran sobre vivir, por milagro, como usted mi capitán…, entonces, venía a mi memoria la estrofa de un vals, que resumía su calvario y su pasión en este valle terrenal, cuando dice: “Es prueba viviente de tanta crueldad” y en los pacientes que atiendo en las clínicas y hospitales…, tal vez mucho menos graves que usted…, veo el amor de D+os y su misericordia por haberlo aliviado de sus heridas y… en la pureza de una lágrima de los cientos de pacientes y familiares que sufren estas desgracias, siempre quedará mi admiración y respeto a un hombre probo, digno héroe anónimo, que sufrió, lucho y triunfó ante la adversidad, para consuelo de sus familiares, amigos y colegas.
Siempre se bosquejaba en su rostro deforme una sonrisa y una palabra dulce y allí estaba como todos los hombres de rojo enarbolando su arma que dominaba a la perfección…, una cámara fotográfica antigua, con fuelle con su flash oportuno captando las instantáneas en el momento preciso e inmortalizando actitudes o accidentes de nuestro diario trajinar.
Rojitas, el fotógrafo del Cuerpo de Bomberos del Perú, seguramente se lleva en su viaje sin retorno, una maleta con fotos inéditas,… estampas históricas, aquellas que no pudo obsequiarnos y que ahora solo adornan los escritorios o las salas de sus amigos.
En las ceremonias protocolares era infaltable. Su presencia jamás pasaba desapercibida. Su respeto y su saludo a sus comandantes y a sus superiores siempre estarán presentes, al igual que la cortesía preferencial a nuestras esposas, al personal civil de ambos sexos y a los extraños que saboreaban de su atención exquisita.
Cuando recibió su máquina fotográfica digital, claro que fue todo un acontecimiento…, recuerdo que llamó a mi domicilio para contarme y era el niño grande que había recibido un regalo que lo consideraba como un premio.
Rojitas, mi querido “Totin” dejas un gran vacío dentro de tus amigos y tus colegas y siempre extrañaré las anécdotas y los cuentos inconclusos de tus múltiples experiencias, de tus sufrimientos y de tus frustraciones, en algunas veces que te llevaba por las noches, hasta la avenida Tingo María y no deseabas que te deje en tu casa.
En fin, los hombres tenemos un destino del cual nadie ha logrado escaparse y usted mi Capitán Juan Rojas Vallejos, solo nos adelanta. Posiblemente fueron muy pocos los reconocimientos, los diplomas y condecoraciones, que recibió en esta tierra, pero, la verdad en su pecho ya no había espacio para una medalla más. Sus cicatrices, su ejemplo, su humildad y su valentía fueron sus mejores medallas y condecoraciones y estoy seguro que arriba cerquita de D+os seguirá descargando su máquina y cuando vaya a mi tierra, cada vez que vea un rayo, en silencio, diré, ese es el flash de Rojitas, el fotógrafo del Cuerpo de Bomberos del Perú.
“SEÑOR CAPITAN CBP JUAN ROJAS VALLEJOS DESCANSE EN PAZ”
No recuerdo en qué fecha ni en qué año, tampoco en qué lugar exacto, se cruzaron nuestros caminos, pero de lo que estoy seguro, es que fue en una de nuestras múltiples emergencias en que nos tocó servir.
Cuando la primera vez que me enteré de la forma en que se habían originado todas esas cicatrices que habían marcado tu cuerpo… cuando absorto contemplaba el color de tu piel, la deformación de tus orejas, de tus labios, de tu cara, las retracciones en los pliegues de tus dedos y en las palmas de tus manos, y además, era consciente de la indiferencia de todos nosotros, que mirábamos sin ver, que tocábamos sin sentir, que hablábamos sin transmitir consuelo y perdón por no haber hecho casi nada por ayudarte a cargar tu cruz, y de repente, ni siquiera, entendíamos toda la agonía del Gran Quemado, en su etapa aguda, en su lucha de supervivencia, en su proceso de rehabilitación, pero, sobre todo en esa “marca” que lo señala para toda su vida a los valientes que logran sobre vivir, por milagro, como usted mi capitán…, entonces, venía a mi memoria la estrofa de un vals, que resumía su calvario y su pasión en este valle terrenal, cuando dice: “Es prueba viviente de tanta crueldad” y en los pacientes que atiendo en las clínicas y hospitales…, tal vez mucho menos graves que usted…, veo el amor de D+os y su misericordia por haberlo aliviado de sus heridas y… en la pureza de una lágrima de los cientos de pacientes y familiares que sufren estas desgracias, siempre quedará mi admiración y respeto a un hombre probo, digno héroe anónimo, que sufrió, lucho y triunfó ante la adversidad, para consuelo de sus familiares, amigos y colegas.
Siempre se bosquejaba en su rostro deforme una sonrisa y una palabra dulce y allí estaba como todos los hombres de rojo enarbolando su arma que dominaba a la perfección…, una cámara fotográfica antigua, con fuelle con su flash oportuno captando las instantáneas en el momento preciso e inmortalizando actitudes o accidentes de nuestro diario trajinar.
Rojitas, el fotógrafo del Cuerpo de Bomberos del Perú, seguramente se lleva en su viaje sin retorno, una maleta con fotos inéditas,… estampas históricas, aquellas que no pudo obsequiarnos y que ahora solo adornan los escritorios o las salas de sus amigos.
En las ceremonias protocolares era infaltable. Su presencia jamás pasaba desapercibida. Su respeto y su saludo a sus comandantes y a sus superiores siempre estarán presentes, al igual que la cortesía preferencial a nuestras esposas, al personal civil de ambos sexos y a los extraños que saboreaban de su atención exquisita.
Cuando recibió su máquina fotográfica digital, claro que fue todo un acontecimiento…, recuerdo que llamó a mi domicilio para contarme y era el niño grande que había recibido un regalo que lo consideraba como un premio.
Rojitas, mi querido “Totin” dejas un gran vacío dentro de tus amigos y tus colegas y siempre extrañaré las anécdotas y los cuentos inconclusos de tus múltiples experiencias, de tus sufrimientos y de tus frustraciones, en algunas veces que te llevaba por las noches, hasta la avenida Tingo María y no deseabas que te deje en tu casa.
En fin, los hombres tenemos un destino del cual nadie ha logrado escaparse y usted mi Capitán Juan Rojas Vallejos, solo nos adelanta. Posiblemente fueron muy pocos los reconocimientos, los diplomas y condecoraciones, que recibió en esta tierra, pero, la verdad en su pecho ya no había espacio para una medalla más. Sus cicatrices, su ejemplo, su humildad y su valentía fueron sus mejores medallas y condecoraciones y estoy seguro que arriba cerquita de D+os seguirá descargando su máquina y cuando vaya a mi tierra, cada vez que vea un rayo, en silencio, diré, ese es el flash de Rojitas, el fotógrafo del Cuerpo de Bomberos del Perú.
“SEÑOR CAPITAN CBP JUAN ROJAS VALLEJOS DESCANSE EN PAZ”